El cigarro y aspectos sociales

El cigarro y aspectos sociales

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Por Maribel Gómez

 

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Nacer, vivir y morir son aprendizajes del ser humano. Iniciamos nuestra carrera de crecimiento al llegar al jardín de niños y comenzamos a desafiar adversidades enfrentándonos a la vida, aprendiendo a defendernos de quienes nos provocan y ahí comenzamos a conocer el estrés, la angustia, la frustración, la impotencia, el coraje y el enojo. Sin embargo, aun cuando presentamos estos tipos de emociones negativas, las podemos enfrentar con nuestra propia fortaleza, sin la necesidad de fumar y apoyarnos en un cigarro. ¿Por qué entonces ya de adultos necesitamos de un cigarro para enfrentar el estrés y las contrariedades cotidianas?

Porque podemos hacerlo, y porque cuando fuimos niños, no conocíamos el tabaquismo, ni sus efectos; éramos libres y no estábamos predispuestos a encender un cigarro en momentos de furia, en momentos malos, incluso en situaciones buenas y de festejo.

Es en la adolescencia, cuando la mayoría de los fumadores nos enganchamos y quedamos atrapados en el cigarro, lo iniciamos como un juego dando pequeñas fumaditas, encendiendo los cigarros de nuestros amigos y, de repente, cuando menos lo esperamos, nos vimos envueltos en la adicción a la nicotina, iniciando así la compra de nuestro veneno, pagando por morir en muchas de las ocasiones.

Nos enganchamos por cuestiones totalmente tontas y absurdas, tal vez por querer pertenecer a un grupo de amigos donde el único requisito para formar parte de él, era tener que ser fumador, porque en caso contrario, desentonábamos ante los demás y con el afán de ser aceptados y no quedar fuera del círculo de amigos, o ser rechazados por ellos, encendíamos un cigarro, iniciando así nuestra adicción para empezar a vivir en el mundo del tabaquismo, en el universo de las drogas, hundidos en nuestra propia prisión.

También era muy común que iniciáramos nuestra vida de fumadores al querer sentirnos mayores, tratando de demostrar al mundo que éramos personas con criterio o bien por tratar de gustarle a algún chico o chica de la escuela. Las mujeres nos sentíamos más sensuales y los hombres más varoniles. Entonces tomábamos la decisión de aprender el proceso de atragantarnos con el humo, llamado comúnmente ≪dar el golpe≫, ejercitándonos para no toser al aspirarlo, además de aguantar las náuseas y los mareos que provocaba este proceso de aprendizaje. Con esa actitud, demostrábamos nuestro carácter endeble, nuestra inmadurez, pues con el simple fin de agradar a otros y ser aceptados en un grupo determinado, aprendimos el nefasto proceso de fumar y, sin saber, iniciábamos nuestro viaje en el mundo de las drogas y de la adicción a la nicotina.

Un futuro indudablemente terrible el que nos esperaba: engancharnos al cigarro, ser prisioneros en la cárcel de nuestro peor compañero de vida, atrapados en una trampa sin salida, ante un pozo sin fondo del que muchos, desgraciadamente, no logran salir.

El cigarro nunca ha sido de gran ayuda, el único beneficio y ventaja, si se le puede llamar de esa manera, ha sido nuestra aceptación social en círculos de amigos.

Hasta el inicio de los 90 fumar era una moda, representaba glamour. Podíamos fumar en cualquier lugar sin limitaciones, incluso en casas de amistades y conocidos solíamos ver ceniceros de cristal cortado colocados en las salas, el comedor o en las recamaras.

En la actualidad, la ley antitabaco impide que los adictos a la nicotina fumen en cualquier lugar o en espacios cerrados. Hoy en día se percibe al fumador como una persona apestada, maloliente que sólo echa el molesto humo. Nadie desea ya estar cerca de un fumador.

El fumador se enganchó al cigarro a temprana edad porque alguien le menciono que fumar era delicioso o estuvo influenciado por la publicidad que se exponía en los medios de comunicación.

Sin embargo, muchos jóvenes en la actualidad insisten todavía en consumir tabaco, no porque les resulte agradable, sino porque les ayuda a construir una imagen madura y atractiva de sí mismos frente a los demás, la cual es reforzada por los mensajes de amigos fumadores.

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Maribel Gómez

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